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UNA VEZ MÁS… ¡¡HE ALUCINADO!!

En este pasado mes de agosto, tuve la suerte de acercarme a conocer las rías altas gallegas. Concretamente me instalé en la bonita localidad de Foz, al norte de Lugo y recorrimos toda la comarca que merece la pena. Estas líneas las escribo, todavía alucinado e indignado por una serie de experiencias que me acontecieron allí, tanto por mi perro guía como por la discapacidad.

MarianoFresnillo

Era la primera vez que me llevaba a mi recién estrenado perro guía Herco a la playa e ilusionado a ver cómo reaccionaba, nada más llegar, nos dirigimos a una playa muy bonita y kilométrica de los alrededores de Foz, la playa del llas, para remojarme tanto él como yo conjuntamente.

No habría mucha gente ese día en la playa elegida y siempre que llevo a mis perros guía a las playas porque tienen el acceso permitido, les pongo antes de bajar en un sitio adecuado a que hagan sus cositas para que así luego en la playa no les entren ganas.

Cogido de la correa y de mi mano estuvimos jugando un ratillo con las olas, metiéndonos y saliéndonos, que fue muy divertido pero eso sí, descubrí que a Herco no le va mucho el agua salada y prefiere caminar y jugar en la arena. Con mi mujer al lado viendo la escena, se acercó una mujer para indicarnos que el perro no podía estar en la playa a lo que respondimos que sí podía pues era un perro guía y la mujer no muy convencida se retiró dejándonos tranquilos.

Al poco de alucinar con esa señora pues el tono no fue muy conciliador que se diga, decidimos mi mujer y yo, que se quedaría ella con Herco en la orilla mientras yo me bañaba solo en el mar un ratillo. Al salir volví a flipar de nuevo cuando me comentó mi mujer que había llegado el socorrista a preguntarle si era un perro guía o qué, pues se habían dirigido a su puesto en la playa cuatro personas a quejarse de que había un perro merodeando en la arena. Dicho socorrista no puso ningún problema, al contrario muy amable, pero indicándonos que era su obligación aclararlo y así se lo comunicaría a los que le inquirieran de nuevo.

Y digo yo: ¿no se ve tan fácil que puede ser un perro guía?, ¿todavía hay tanto desconocimiento de este asunto?, ¿no pueden preguntármelo a mí directamente mejor de buenas maneras que no esconderse detrás del socorrista?

Son muchas preguntas quizás sin respuesta, pero no acabó ahí la cuestión pues a los pocos días en otra playa más céntrica de la misma localidad gallega, “La Rapadoira”, una tarde nos llevamos también a Herco a la playa y le dejamos tumbado en la arena a la sombra de una sombrilla. Estuvo ahí varias horas y la gente se acercaba a acariciarle y todo sin problemas como debe ser. Decidimos irnos y mi mujer con bártulos varios y yo con algún otro, llevaba a Herco guiando por la arena con el arnés y perfectamente se le veía como guía, se acercó de nuevo otro socorrista y me demandó que los perros no podían estar en la playa.

Ahí aluciné más todavía pues debería de saber un socorrista las leyes de todo tipo y evidentemente ése no las conocía pues al indicarle que era un perro guía se calló pero yo me preguntaba para mis adentros:

– Pero… ¿no lo está viendo guiar?

Quizás el conocimiento de los perros guía que pensaba estaba más generalizado, no lo es tanto y queda mucho por conocer y hacer. No concluye ahí la casuística pues decidimos ir a uno de los lugares más bonitos de aquella zona como es la playa de las catedrales. Punto turístico masivo y al llegar atestado de gente fuimos a aparcar a las plazas reservadas a personas con discapacidad, pues contamos con la placa acreditativa correspondiente oficial. Había 3 habilitadas para ello y como no, las tres ocupadas con coches sin tarjeta.

Dejamos el coche donde pudimos y lo primero fue dirigirnos a una oficina que había allí del ayuntamiento para información turística y de paso que nos informaran; trasladamos la queja del aparcamiento.

Aluciné de nuevo pues aun siendo trabajadores de la administración local, nos comentaban que llevábamos toda la razón, pero que ellos no podían hacer nada y que teníamos nosotros que llamar a la policía, hacer una foto y esperar que vinieran para tramitar la denuncia y que obraran en consecuencia.

Sólo teníamos una hora para ver esa maravilla de la naturaleza y claro está que nos indignamos al recaer en nosotros toda la responsabilidad, cuando yo les recriminaba que no era para ese día el problema sino que para sucesivos, sabiendo que es uno de los puntos más visitados de la zona y seguro que con personas con movilidad reducida continuamente. Al haber tanta gente pasaron de todo, como se dice habitualmente, e inclusive cuando nos decidíamos a bajar a la playa por fin, fuimos al socorrista para indicarle que pasábamos con un perro guía para no tener problemas después de lo acontecido días atrás. El socorrista harto de tanto agobio, pasó también de todo, diciéndonos que no ocurría nada y así fue pues dimos un paseo precioso y magnífico, antes de que subiera la marea.

Termino con la conclusión de siempre. ¿Es que no puedo ir de vacaciones relajado y sin dar explicaciones constantemente con el perro guía y demás cuestiones?, ¿no puede haber más empatía con los demás, respetando las normas y preguntando antes de juzgar?

Creo son asignaturas pendientes de esta sociedad que arrasa con todo, quizás por el desconocimiento o en las grandes aglomeraciones de gente que todo es más complejo. Diré para terminar que los gallegos y todo aquello me encantó, que seguiré yendo con mi perro guía y también como no, seguiré luchando por toda la discapacidad para que se abra más nuestro mundo y se acerque a la normalidad generalizada.

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