Actualmente es tanta la información al alcance y todo es tan fugaz, que no da tiempo a pensar y a conocer diversos asuntos. Si entre éstos, la discapacidad es uno de ellos, me apena pues con todo lo que luchamos por que se conozca nuestro mundo es una pena que todavía haya gente desinformada o que ignore una serie de conceptos para nosotros básicos de saber. Sobre una anécdota que me aconteció en la universidad complutense de Madrid entenderéis mejor lo que os planteo.
Hace unos meses, con motivo de presentar a los alumnos de periodismo de la universidad mi último libro, me invitaron a concurrir en una de las aulas y así que les planteara mi discurso sobre la comunicación y la discapacidad en internet.
Llegué allí y el catedrático de la facultad me recibía amablemente, pero me indicó que antes de comenzar querían hacerme una entrevista unos estudiantes de último grado de periodismo en la radio que emitía en el campus si no me importaba. Accedí por supuesto y aparecieron dos estudiantes para acompañarme junto a mi perro guía Herco hacia los estudios de radio.
Cuando iba por delante de ellos guiando con Herco, uno de ellos me preguntó:
– ¿Cómo se llama su mascota?
Me enfadó automáticamente que un futuro periodista no conociera y lo estaba viendo con el arnés totalmente elegante guiar, que estos animales no son mascotas sino que perros guía perfectamente adiestrados. Le respondí correctamente indicándole el nombre y que diferenciara bien para el futuro un perro convencional de un perro guía.
Continuó el paseo hacia los estudios que parecía eterno pues el mismo estudiante se atrevió de nuevo a preguntar:
– ¿Estos perros muerden?
Yo ya me puse frenético pues cada pregunta desvelaba más la ignorancia de este seudo profesional en potencia y me ponía frenético por el desconocimiento tan evidente. Le comenté si tenía un mal día o qué pero a pesar de mi desazón le respondí adecuadamente comentándole que no y el camino continuó.
Llegamos al estudio por fin sin más preguntitas y me volvió a decir:
– Como vamos a entrar ahora en el estudio de radio que no hay que hacer ruido, deje el perro a mi compañera fuera y así no habrá ningún problema.
Ya con ese comentario fue lo que me faltaba para rematarme pues por ese trance evidentemente no iba a ceder y ya con un poco de cabreo en mi voz le espeté:
– Pero parece mentira que tú, periodista en ciernes, no conozcas que los perros guía pueden y deben entrar junto a la persona ciega en todos los lugares y que su comportamiento va a ser súper correcto. Menos en un quirófano que tampoco podrías acceder tú, lo pueden hacer en todos los lugares públicos.
Entramos después de la regañina todos, incluido Herco a realizar la entrevista radiofónica y al concluir le dijo a su compañera que se encontraba al fondo del pasillo:
– ¡Oye!, coge a este señor y llévale a esa silla y le sientas.
Yo ya ardía de ira y no sabía cómo decirle a ese tipejo que no abriera más la boca en el tiempo que estuviera yo por ahí. Me trataba como un bulto sospechoso que no sabía que hacer con él y por eso le volví a increpar:
– Espero que hoy estés teniendo un mal día pues alucino con todo lo que me has comentado. Confío aprendas con la experiencia de hoy conmigo a tratar a las personas ciegas a partir de este momento de una manera diferente y a apreciar a sus perros guía que son fantásticos.
Ahí se quedó la anécdota que personalmente me asusta al pensar si más compañeros suyos tenían igual tanto desconocimiento. Sobre todo al ser periodistas ya casi licenciados y es que hay que enseñarles a ellos y a todos a tener más cuidado con las expresiones y a ser más riguroso en las afirmaciones. Tratar a cada persona según sea, con sus peculiaridades y así no herir a nadie.