Por @ProtocoloAguado, sígueme en Twitter
Esta semana nos ha tocado el ‘obligado’ Debate sobre el Estado de la Nación’. No entraré en las disquisiciones de quién ha estado mejor, regular o peor, no. Simplemente quiero compartir la reflexión sobre la importancia que tiene el discurso, la oratoria. Esta disciplina tiene miles de años. Aristóteles fue uno de los precursores y su legado llega hasta nuestros días. Lo triste es que cada vez tenemos peores oradores y, por ende, peores discursos.

Hoy día prevalece la imagen, la marca, el marketing….pero detrás de estas importantes premisas ha de haber un argumento y alguien que ‘venda’ bien ese argumento.Una simple rueda de prensa ha de tener un buen discurso de presentación, un buen argumentario y un buen orador.
Cualquier atisbo de duda, de mala expresividad, de pésima construcción léxica puede dar al traste con el motivo que nos ha llevado a organizar esa convocatoria a los medios de comunicación.
De igual modo sucede si nos preparamos una presentación. Muchas veces nos preocupa más que el power point sea atrayente que nuestra propia exposición. De hecho hay oradores –es un decir- que se dedican a leer lo que se ve en la pantalla. Horror para la audiencia que a los dos minutos preguntará que si ‘esa presentación la colgará usted en la web’.
En el fondo es fácil hacer un buen discurso: éste ha de constar de tres partes muy bien diferenciadas: INTRODUCCIÓN (qué les voy a contar), DESARROLLO y CONCLUSIÓN. Si respetamos ese esquema y a ello le añadimos una buena dicción, pausada, sin altibajos, respetando los tiempos verbales, etc.etc., podremos sorprender a la audiencia.
En definitiva, la falta de buenos oradores y unos discursos bien elaborados provoca sensaciones como la que, a mi modesto entender, nos ha ofrecido el enésimo ‘Debate sobre el Estado de la Nación’.