Por @CiegoVisible, sígueme en twitter
Sigo viviendo interno en las instalaciones de la Fundación ONCE del Perro Guía que se encuentran en la localidad madrileña de Boadilla del Monte para así crear cada vez más el vínculo entre los dos y que nos acostumbremos cada uno a las maneras del otro. Si os dais cuenta, es como una nueva relación de pareja en la que al principio de la convivencia se van descubriendo un sinfín de sorpresas.

Por eso, Herco ya está harto de que le pise o de que, de repente, cambie de opinión sobre lo que íbamos a hacer en ese momento y le vuelva un poco loco hasta que me entiende. A su vez, observo cómo Herco me busca para jugar, comer o simplemente para que tenga clara su presencia. Por eso, en ocasiones me agacho para recoger algo que se me ha caído al suelo y, al levantar la cabeza, sin previo aviso una lengua mojadita me da un lametazo cariñoso en signo de cariño. Cómo no, mi reacción primero es de sorpresa y luego me lo como a caricias y mimitos.
Nos encontramos en periodo de adaptación, aclimatándonos uno al otro y por eso ocurren cosas muy curiosas. La segunda noche con Herco, a las 4 de la mañana empezó a realizar sonidos extraños y gimoteos. Me desperté pensando que le pasaba algo. Lo más seguro, pensé, es que se estaba meando pues la noche anterior había bebido mucha agua antes de ir a dormir y seguro que era eso. Pensé en esperar a ver qué hacía y, efectivamente, al ver mi pasotismo hecho adrede, pues en la escuela es cuando hay que probarles, se dirigió hacia la puerta de salida y al notar que no hacía ruido me acerqué y fue cuando comprobé que había soltado un reguerito pequeño de orina. No podía más. Rápidamente, salí en pijama hacia afuera de la habitación y evacuó instantáneamente. Ahí me tenéis que imaginar, en pijama y zapatillas de estar por casa y encima al señor le dio por pasear y me desorientó de tal manera que no sabía el camino de vuelta. Situación desesperada que, al principio, me puso nervioso pero a continuación tirando de la experiencia, me tranquilicé, pensé, me volví a centrar y encontramos los dos la puerta de nuevo… ¡¡Qué alivio!!
En lo que se refiere a la propia función de guía vamos caminando, valga la expresión, poco a poco y, de momento, hemos realizado rutas de todo tipo en las que Herco me da buenas sensaciones, máxima seguridad y regula muy bien la velocidad pues a mí que me gusta volar con él, literalmente, y lo consigo, pero cuando hay que ir más despacio porque hay más inseguridad o peligro, resuelve dichas situaciones con la máxima elegancia. Hemos comenzado la segunda semana y seguro me quedan y os quedan a través de mí descubrir historias apasionantes con Herco.