Por @CiegoVisible, sígueme en twitter
El otro día cenando con unos amigos en plan distendido, una amiga que estaba situada en la mesa a mi lado se fijó en que llevaba las patillas perfiladas y bien cortadas, cuestión que le sorprendió. Al tener confianza conmigo me preguntó “y tú, ¿cómo te afeitas?”. La respuesta no la dudé en ningún momento y fue instantánea: Pues… ¡Con la máquina de afeitar!
Después de unas risas generalizadas, tengo que confesar que la pregunta me asombró. No la esperaba, ya que somos amigos desde hace mucho tiempo y creía que todas las cuestiones de la vida diaria de una persona ciega son más sencillas de lo que parece. Sin embargo, y a tenor de lo que pude comprobar, parece que para la sociedad en general se deben de asemejar a algo más complejo de solventar.
Entonces le expliqué que no es muy difícil pues yendo con cuidado y orden por la cara vas cubriendo zonas y suele quedar bien. Además, como alguien que ve, con cuchilla o máquina, si uno se despista es cuando te das un tajo o te cepillas la patilla o lo que se te ponga por delante.
Pero no acabó ahí la curiosidad y ya abierto el melón, como se suele decir, me lanzó otra más “y las uñas, ¿cómo te las cortas…?”. Me volví a quedar perplejo por lo mismo que lo anterior y le respondí: “Pues igual. Con cuidadín, con orden y tijera en mano, una a una perfilando cada dedo”.
La anécdota es totalmente real y me hizo reflexionar sobre cómo este mundo de la discapacidad, y más la ceguera, tiene muchos agujeros negros: prácticas para nosotros mecánicas, como podría hacer cualquier otra persona, para el conjunto de ciudadanos sin discapacidad se ven infranqueables. Así, imagino que tú que me estás ahora leyendo sin problema visual, seguro te planteas las mismas dudas que las de mi amiga: ¿Cómo cocinas, cómo planchas, cómo tiendes la ropa, cómo la eliges, cómo te peinas…?
Denotamos una vez más el desconocimiento que sigue acaeciendo y cómo hay que empatizar mucho con las personas diferentes para así tenerlas más cerca. La confianza de mi amiga al plantearme esa cuestión es fundamental, pues seguro que si no existiera esa complicidad no se atrevería y acabaría ignorando dicha duda. Yo mismo me pregunto en ocasiones, por ejemplo, ¿cómo se duchará una persona con la silla de ruedas? Seguro que luego es más sencillo de como yo lo imagino y hoy en día existen utensilios que ayudan mucho a estas tareas cotidianas.
Concluyamos con varios mensajes hoy: Seamos naturales en preguntar cualquier asunto pues normalmente la persona con discapacidad no se ofenderá y seguramente te lo explicará. No etiquetemos ni esteriotipemos las situaciones, pues aparte de que, normalmente, se puede “hacer casi todo”, por regla general los problemas se solventan más fácilmente de como pensamos. Y, sobre todo, es necesario empatizar con aquel distinto a nosotros para entender su propia idiosincrasia y conseguiremos así una sociedad más humana e integradora.
Por cierto, gracias, Mari Carmen, por tu pregunta. Seguro que hace años no te habrías atrevido a hacérmela.