Seguro que al leer el titular de este artículo, habrás pensado que lo que plantea, se debe a los avances científicos que permitirán seguramente que en un futuro cercano no existan personas ciegas. Y si fuera así, nos alegraría también a los que vivimos con discapacidad visual pero no… la cuestión que traigo hoy a estas líneas es mucho más peliaguda: acabarán con nosotros pero a base de accidentes por no pensar en todos los públicos.
Se está imponiendo en muchas ciudades españolas la práctica de moverse por las calles con bicicleta lo que nos parece genial cuando se tengan en cuenta los pormenores de dicha afición a moverse con dos ruedas, pues aunque beneficiará una menor contaminación, no existe en la mayoría de las urbes una costumbre todavía a este tipo de movilidad.
Lo primero es la falta de hábito en nuestro país, debido la mayoría de las veces por lo complicado de este tipo de movilidad por el frenético tráfico y la orografía de las ciudades, porque en muchos casos hay que estar continuamente subiendo y bajando cuestas y montañitas con lo que el usuario de la calle acaba derrengado.
Articular un carril bici en las aceras con su espacio bien definido, aún no siendo mala idea, origina percances pues en muchas ocasiones el peatón va despistado y se mete en esa franja dedicada a las dos ruedas y el atropello es fatídico pues encima suelen ir a gran velocidad sin posibilidad de reacción. Ahí tengas o no discapacidad visual el atropello está asegurado porque como digo, debería estar franqueado ese carril y algo que delimitara bien cada espacio concreto o que uno de los carriles en la calzada fueran para este vehículo de transporte.
Pero a falta de soluciones, se empeora la cuestión al aparecer los coches eléctricos que para una persona ciega son imposibles de detectar por su silencio absoluto en su motor y aunque sin duda, remita el ruido en las grandes ciudades, para que podamos convivir con estas nuevas máquinas, ya las asociaciones europeas de ciegos han pedido a los fabricantes que busquen algún sistema de ruido detectable y no molesto para que no acaben estos coches en poco tiempo con la población invidente; pues nosotros al cruzar una calle, cuando hay un semáforo acústico no hay problema, pero cuando no lo hay, el cruce se hace a oído y si encima vas confiado pones además menos atención.
Las conclusiones son claras y siempre las mismas: pensemos cuando se innova en todos los colectivos posibles para crear así entornos y ciudades más accesibles, sostenibles y que quepamos todos seamos como seamos. Así, en esta casuística, con prioridad al peatón sea como sea y priorizando por supuesto a personas con movilidad reducida, personas mayores, con discapacidad y que cada uno tenga su espacio definido. Un carril bici bien delimitado, la calzada para los coches eléctricos o de gasolina, el transporte público con un código de la circulación claro en cada área y diremos abiertamente que son “ciudades para todos”.