Por Javier Aguado, ‘Master en Protocolo y Ceremonial’
Se acercan las navidades…., sobre todo en la capital del reino ¿Habéis visto que nuestras principales calles y vías de tránsito se están engalanando con bombillitas, estrellitas y lucecitas? Pues si no os habéis dado cuenta, aún, espabilad y empezar a pensar en los regalos de ‘Papá Noel’, Reyes Magos e, incluso, de cumpleaños.

Sí, claro hubo gente que no tuvo mejor cosa que hacer que dar a luz en plenas Navidades –es broma, por favor- y, de este modo, fundirnos la paga, para el que la cobra, claro.
El caso es que estas entrañables fechas -sin nosotros quererlo- nos provocan muchos dolores de cabeza y, no precisamente, por lo que comamos y/o bebamos en las comidas de empresa o las cenas con los colegas de la ‘facul’. No. Los quebraderos de cabeza nos vendrán motivados por no saber qué regalar, a tu churri, tu madre o, ya ni os cuento, la suegra –a fin de cuentas nuestro suegro se conforma con que le invitemos a un cacharro con tal de no aguantar a la parienta y, en su defecto, a ‘la niña’-.
Lo cierto es que parecerá una tontería pero el concepto regalo es uno de los más complicados en este mundo del protocolo. ¿Sabíais, por ejemplo, que los japoneses no abren los regalos que reciben, en presencia de quien les he hecho dicho presente? ¿Que los funcionarios que trabajan en la Unión Europea no pueden recibir ningún presente, de ningún tipo, ni siquiera un ‘boli’ de merchandising? Un montón de ejemplos os podría reflejar, aquí.
Con todo lo que os cuento quiero animaros a que, sobre todo, la hora de regalar apliquemos una máxima: el consumo responsable y evitemos el consumismo. Como relataba al principio, se avecinan jornadas duras en las que parece que estamos obligados a regalar. ¿Por qué esperar a las Navidades a hacer regalos cuando tenemos todo el año y un montón de excusas para regalar y regalarnos? Claro, claro, que si la tradición, que si qué dirán si no regalo, nada, etc.etc.
No estoy diciendo que no se regale, sino que pensemos más con la cabeza que con el corazón. Que por comprar regalos ostentosos no vamos a quedar mejor con la persona a la que dirigimos el regalo. En fin, busquemos, también, el regalo útil.
Solo pretendo que reflexionéis un ‘poquillo’ en este asunto protocolario, a fin de cuentas, al objeto de que, por un lado, no se nos vacíe el bolsillo y, por otro, agrademos al destinatario de nuestro presente, fín último de esta cuestión.