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La muerte a bordo del lujo

Por Javier Aguado, ‘Master en Protocolo y Ceremonial’. Sigueme en twitter: @protocoloaguado

Hace una semana la noticia saltaba a las redacciones de los informativos de todas las cadenas de radio y televisión: un crucero bautizado con el nombre de ‘Costa Concordia’ había encallado en uno de los parajes naturales más preciosos y protegidos de la costa italiana.

El Costa Concordia tras el accidente.
El Costa Concordia tras el accidente.

Leído, oído de este modo parece una broma. Pues no, no era una broma. Lo que, al principio, parecía un problema eléctrico de fácil solución se pudo convertir en una auténtica tragedia. Más de 4.500 personas fueron dejadas, presuntamente, a la suerte del mar y los devenires de una tripulación, también al parecer, sin experiencia. El capitán, asimismo, no dio señales de vida porque, al parecer, estaba entretenido con otras historias y, entre tanto descontrol, un barco que se supone posee la tecnología más avanzada para detectar cualquier obstáculo, se ladea y se queda semi hundido en cuestión de minutos.

Como siempre decimos desde aquí, al principio las informaciones fueron un tanto confusas y yo diría que hasta inexactas y cargadas de muchas incongruencias. Bien es cierto, que el suceso ocurrió a las nueve y media de la noche cuando la mayoría del pasaje estaba cenando pero eso no quita para que en las redacciones de ‘fin de semana’ haya un equipo de periodistas profesionales que, cuando les llegan este tipo de catástrofes, se paren –al menos y si es posible- unos minutos en contrastar todo el chorreo de información que les llega por un medio u otro.

Imagen del Costa Concordia.
Imagen del Costa Concordia.

No es de recibo que a este barco se le denomine ‘ferry’ como leí y oí en algún medio de comunicación que, por vergüenza torera no diré el nombre. O se compare este accidente al que tuvo el ‘Titanic’. Un poquito de por favor, colegas periodistas. Incluso se ha llegado a comentar y publicar, que es peor, que el Capitán estaba bajo los efectos de las drogas y, lo que es más grave, que estaba de cena con una extraordinaria mujer rubia de origen moldavo. Vale, que puede ser cierto, pero, insisto por favor, cuando escribamos seamos muy cautos. También se dio por fallecido a un jubilado español que, ni siquiera se sabía cómo se llamaba. Menos mal que el Ministerio de Asuntos Exteriores estuvo diligente, por una vez, y no lo confirmó hasta que, a su vez, las autoridades italianas, no se lo corroboraron.

Con todo esto, quiero denunciar, por enésima vez, que los periodistas podemos hacer daño y mucho si escribimos sobre cuestiones que no tenemos perfectamente contrastadas.

Volviendo a la tragedia, no cabe la menor duda que los protocolos de actuación que se suelen aplicar en este tipo de accidentes no se debieron cumplir porque no son normales las imágenes y el cúmulo de declaraciones de los supervivientes.

No quiero pensar que, como ahora, los cruceros han pasado de ser un artículo de auténtico lujo para convertirse en una oferta más asequible de vacaciones con descuentos de hasta el 70% si usted los contrata ahora –así reza la publicidad de una agencia mayorista de viajes- eso signifique que las navieras propietarias de estos auténticos hoteles flotantes, hagan dejación de sus funciones, como se suele decir.

Solo nos resta rezar por las víctimas, sus familiares. Pedir las máximas responsabilidades a todos los que, de una forma directa o indirecta, están implicados y, cómo no, pedir a las aseguradoras que no hagan su agosto a costa de los fallecidos. Me explico: me han llegado informaciones que las indemnizaciones van a ser irrisorias. Ojo, la pérdida de un ser querido no está pagado con nada pero eso no quiere decir que la tasación sea tan a la baja que, encima, tengamos que pagar a la aseguradora.

No es la primera que ocurre. Os lo aseguro.

Descansen en paz.

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