Por Invidente pero Visible, Sígueme en Twitter
Después del gran eco producido por el anterior artículo de Lillo con su jubilación, me ha dado un poco de envidia sana y como muchos me habéis pedido que os cuente yo algo más…¡ aquí lo tenéis!.

Os paso a detallar algunos momentos vividos con Lillo, para mí únicos, enclavados al conocerle en un curso que realizamos los invidentes para que nos asignen a nuestro futuro amigo para la movilidad y para la vida:
Cuando recibes la llamada de que tienes un perro esperando en la escuela de perros guía, instruido perfectamente y que en breve será parte de ti, se emociona uno mucho y espera que llegue ese día pronto. Ingresas un lunes, para estar allí con tu nuevo amigo de dos a tres semanas interno porque de esta manera se crea lo que llaman el “vínculo” entre usuario y perro.
Esta cuestión es muy importante, pues el animal después de nacer, a los dos meses, abandona la escuela para estar un año con una familia educadora. A continuación vuelve de nuevo a la Fundación ONCE del perro guía, para iniciar de seis meses a un año el entrenamiento e instrucción como guía y al término de este proceso formativo, como veis muy amplio, llegamos nosotros para ser ya el amo definitivo para ellos. Comprobareis que van cambiando de dueños constantemente en poco tiempo y, para que este último cambio sea fructífero, es necesario este ingreso en la escuela y pasar así con él, mañana, tarde y noche y fortalecer este nuevo vínculo con nosotros para muchos años.
Al segundo o tercer día llega el punto culminante. En una sala, los instructores al grupo de futuros usuarios ciegos de perros guía, nos van diciendo a cada uno que te ha tocado:
– “ Mariano, vete a la habitación que allí te encontrarás con tu nuevo amigo. Es un labrador negro, de 2 años, nació el 24 de septiembre de 2002, se llama Lillo y verás cómo te encanta”.
Allí estaba yo, expectante, nervioso, y de repente se abría la puerta y, con mi instructor Beni, venía Lillo de jovencito lleno de curiosidad, de energía empezando a olerme y a cotillear en la sala… Nos dejaron solos y después de jugar un poco con él, acariciarlo y sobarlo, cuando me di cuenta ya estaba en su cuna apaciblemente tumbado y durmiendo sin problemas.
Comprobareis que Lillo en seguida hizo el vínculo y se acopló de maravilla. En otros casos, ocurre de todo pues son seres vivos y como nosotros diferentes y peculiares. Me contó una amiga que a ella su futuro guía la debió ver frágil y, en su afán de posesión que le dio, la quería montar con lo que ella huía despavoridamente por toda la habitación sin saber donde meterse. Esto ocurre a veces, pues los cambios y esta inestabilidad en estos animales les originan mucho estrés y lo suelen exteriorizar así. Luego suele ir bien. Por ejemplo mi amiga, a pesar de este principio caótico, luego no tuvo ningún problema con ese perro en muchos años como guía.
A mí me ocurrió algo parecido con mi primer perro guía que tuve. Era un pastor alemán enorme y precioso. Tenía mucha energía y vitalidad como su propio carácter. Yo nunca había tenido perro en mi vida y llegó éste. Al presentármelo el instructor, la verdad me daba un poco de respeto por no decir miedo y es que impresionaba. Llegó la primera noche y ya en la cama, era diciembre , arropado con las mantas hasta la nariz empecé a oír un ruido extraño al lado mío… Y es que Dingo, como así se llamaba, estaba rascando el suelo con sus uñas con ese chirriar característico que no me dejaba dormir. Al día siguiente el instructor me explicó que era una conducta habitual debido a los nervios del animal con el cambio y que entraba dentro de lo lógico.
Pero no quedó todo ahí, pues en esa noche que siempre recordaré, a los pocos minutos de dejar de raspar el suelo y habiendo detectado que me había despertado, se acercó a verme y en pocos segundos tenía sus fauces al lado de mi cara que venía a olerme y a identificarse más conmigo. Yo, acongojado por la situación, y con la presencia del bicho a mi lado con esa gran boca abierta, no pude más que hacerme el dormido, meterme más debajo de la manta y rezar lo que primero se me vino a la cabeza. ¡¡Que susto!!
Luego quise mucho también a ese perro. Pero, sin duda, el instante con el que me quedo y que son coincidentes con mis dos perros guía que he tenido, es cuando el instructor te da el primer día el arnés y, como si estrenaras tu nuevo coche, comienzas a andar con tu flamante amigo por las instalaciones de la escuela…¡ Parece que vuelas .¡ Una sensación de libertad, frescura, agilidad… con un perro guía, son sensaciones que no olvidaré nunca!.