La semana pasada tuve la suerte de realizar uno de esos viajes tan especiales, que a uno le llegan a marcar para siempre. Recalar en Israel que es la tierra santa cristiana, cuna de los judíos y a la vez territorio musulmán te origina abrir la mente, imbuirte de la espiritualidad de cada religión para aprender a ser más tolerante con personas diferentes y de creencias distintas a las tuyas.

Particularmente emocionante fue conocer Jerusalén como la ciudad santa universal, en el centro de esta urbe confluyen tres grandes símbolos religiosos en los que cada espiritualidad concreta su fe. Estos son el Santo Sepulcro en el Monte del Calvario para los cristianos, el Muro de las Lamentaciones del derruido Templo de Salomón para los judíos y la Mezquita de la Roca con su cúpula espectacular dorada de los musulmanes.

Y…, cómo percibí yo ese crisol de religiones y espiritualidad tan diversas..?
Para mí como persona ciega es un viaje, una tierra y una ciudad de sensaciones y vivencias en mi interior que traspasan lo visual o lo estético. Allí se percibe una energía especial y trasciende tu visita si lo miras con ojos de fe. Da igual de que religión seas o creas porque allí tienes la sensación de que ese Dios proclamado e invocado de muchas maneras, es realmente un solo Dios…
Por eso, rezar ante el muro junto a los judíos emocionado por ese instante, escuchar por toda la ciudad la llamada a la oración de los musulmanes con ese grito que te pone los pelos de punta, juntamente con la experiencia de llevar la cruz de Cristo por la Vía Dolorosa hacia el Calvario soportando el peso de una cruz real que te prestan para hacer el recorrido, son experiencias vividas, que trascienden y que no vienen en las guías de turismo pero que te dejan huella para siempre.
Lugar también de conflicto como bien sabemos, cada instante percibes la paradoja de vivir en una calma tensa desbordado por la paz que irradian todos los rincones y a la vez te encuentras expectante por encontrar otra experiencia que puede acontecer en segundos. Olores diversos, sonidos peculiares, idiomas variados, el bullicio del zoco y la paz circundante es todo y más de lo que Jerusalén te ofrece.

No quería terminar eso sí, indicando expresamente la falta de accesibilidad en todos estos sitios sagrados. Las personas con discapacidad allí seguro que lo tienen difícil por ejemplo con las escaleras que abundan por todas partes y es complicado según como está ya todo diseñado realizar obras de adaptación. Si no tienes la suerte de que Jesús de Nazaret obre de nuevo algún milagro con cada una de estas personas discapacitadas, dudo mucho que en Jerusalén se puedan mover con facilidad. También es verdad, que milagro o no…, personas que se veían por las calles con bastones, con muletas y demás, con tanta fuerza espiritual que se viaja allí, parece que volaban por numerosas bajadas y subidas y tramos largos de escalinatas. Sí parecía que se había obrado de nuevo otro milagro con cada uno de ellos y es que: ‘la fe mueve montañas’.
Recomiendo por completo este viaje de emociones, con recorridos en barco por el Mar de Galilea, pasar a visitar pueblos de la Autonomía palestina con la crudeza de los mismos por su situación política o darme un baño relajante y medicinal en las aguas del Mar Muerto donde se flota aunque no quieras por su gran salinidad y sobre todo por vivir unos días en la ciudad del alma y capital espiritual del mundo: Jerusalén…, te recordaré por mucho tiempo y te llevaré siempre en mi interior.