Por Álvaro Mazón, Voluntario de la JMJ 2011
La JMJ de Madrid echó el pasado domingo el cierre después de varios días plagados de eventos, siempre al amparo de la Fe católica. Una Fe que más que nunca ha movido montañas. Las cifras hablan de 2 millones de peregrinos, pero esto al fin y al cabo no es más que un número. Lo realmente increíble de esta JMJ, la primera en la que he participado, en este caso como voluntario, ha sido poder conocer las historias personales de gente venida de todas partes del mundo.

La Hospitalidad de Lourdes, con la que mi familia y en especial uno de mis hermanos lleva colaborando desde hace años, me ha brindado la oportunidad de acudir como voluntario, y la recompensa, como diría el anuncio de MasterCard, no ha tenido precio. Los voluntarios hemos hecho un gran trabajo, pero no hemos hecho nada comparado con lo que hemos recibido.
Discapacitados de Francia, Nueva Zelanda, Chile, Venezuela, Polonia, y así un largo etcétera, me han conquistado para siempre con una simple sonrisa, con la alegría de la llegada a Cuatro Vientos, la Vigilia con el Papa y el chaparrón que todos aguantaron estoicamente, pero sobre todo, la profunda Fe que les ha movido hasta Madrid superando barreras.
Me resulta imposible resumir todo lo vivido en tan pocas líneas, pero sí que puedo decir que, además de reforzar mis creencias, esta JMJ me ha servido para recibir una lección de todos los peregrinos. Una lección de vida, una lección de amor. Una experiencia única, pero no irrepetible… Nos vemos en Rio de Janeiro!