El sábado pasado se cumplió un mes desde el fatídico 11 de mayo cuando en la localidad de Lorca, tembló la tierra y desde aquel instante fue todo un desastre. Este acontecimiento lo vivieron todos los habitantes de esta localidad murciana y además, el protagonista del artículo de hoy: Limbo, un perro guía labrador marrón con su usuario ciego Juan Antonio.
La historia de Limo, en Radio 5
“Limbo” suele estar siempre tumbado junto a su amo sobre su alfombra roja con motivos animados. No se estremece salvo que él le pida que lo haga para comenzar el recorrido de vuelta a casa, después de pasar toda la mañana o la tarde vendiendo cupones de la ONCE.
Juan Ignacio Muñoz es ciego, así que desde que le asignaron a Limbo como guía éste ha sido también su guardián y el pasado 11 de mayo subió de escalafón para ganarse directamente el título de ángel de la guarda.
Tópico o realidad, lo cierto es que suele decirse que los animales intuyen los temblores de tierra antes de que estos se produzcan. Y eso es lo que hizo Limbo. «Estábamos en la calle parados, en nuestro sitio de siempre, pero él estaba inquieto. No paraba de moverse y levantarse, no me hacía caso a las órdenes que le daba, y entonces, una de esas veces fue cuando se produjo el terremoto. Para entonces él ya había tirado de mí hacia el centro de la calle. Yo estaba muy desorientado porque todo el mundo corría y gritaba, no sabía qué hacer», apunta Juan Ignacio mientras acaricia a Limbo en su esquina de la calle del Álamo.
Fue ‘Limbo’ el que ayudó a su inseparable compañero a orientarse y encaminarse de nuevo a casa: «Poco a poco se fue calmando y la dependienta de un comercio cercano me ayudó también. Esperamos a mi mujer, que también vende cupones en la Avenida Juan Carlos, y luego hicimos lo que todos, ir a casa a ver cómo estaba y estar en la calle por la alerta que había».
La casa de Juan Ignacio y Carmen está «relativamente bien». Tiene «algunas grietas» pero ellos dan gracias por haber salido indemnes de la tragedia y poder seguir disfrutando de un hogar. A Limbo le deben el que apartara a Juan Ignacio de los edificios evitando que le cayeran así restos de las cornisas que se desprendieron.
Ahora, semanas después de lo ocurrido, Juan Ignacio y LImbo siguen su vida normal, sin olvidar que ambos son un equipo: «Me ayuda todos los días, siempre hace de guardián, sin él no podría hacer frente a los obstáculos que encuentro por las calles del centro cuando están en obras, y los primeros días en casa, tras el terremoto, también era fundamental su presencia. Yo pude comprobar que es cierto que los animales notan los terremotos antes que las personas. Limbo, una vez más, no me ha fallado».
