Nueva visita, nuevo país, nueva ciudad de esencias y olores, de vida. Lo primero que llamó mi atención al llegar a La Habana fue el olor a combustible quemado, cosa que atribuí al mal funcionamiento de los muchos y pintorescos coches antiguos que adornan la capital de Cuba.

El calor sofocante. La dignidad de su gente. Las calles húmedas y los derruidos edificios de la Habana Vieja. La ciudad entera parecía un gigantesco animal mitológico agonizante, pero dispuesto aun a dar pelea. Adentrarse en sus calles es entrar en un mundo utópico, inexistente, sin grandes carteles luminosos captando nuestra atención, sin publicidad. Todo es desconcertante y familiar a la vez, ¿es acaso un borrador de lo que tendría que haber sido?
Pero lo cierto es que la única manera de comprender la Habana, y Cuba en general es viviendo su día a día. Con un taxista, con el anciano que toma fotografías frente al Capitolio con una vieja maquina de 1910, con el camarero de algún bar.
Las anécdotas son distintas, pero enlazadas en una misma historia, la de 50 años de resistencia, de amarguras, grandeza, pobreza y alegrías. Las mismas historias de cualquier ser humano en cualquier lugar del mundo, pero distintas a todas, únicas. Cuba sigue siendo hoy en día (para bien o para mal de sus gentes) uno de los últimos bastiones que separa a esta humanidad cada vez mas deshumanizada del sistema que nos gobierna.
Caminar por la Habana no difiere mucho a caminar por las calles de cualquier ciudad latinoamericana de hoy en día, salvo porque en la Habana uno puede sentirse tranquilo y seguro. Cabe pensar que sería de Cuba sin el bloqueo impuesto en 1962 por los Estados Unidos y, que merma, según las reiteradas denuncias de las Naciones Unidas la frágil economía cubana, mas frágil aun desde la caída de la Unión Soviética, que era su principal aliado.
Pero ¿por qué Cuba? ¿qué amenaza puede representar una pequeña isla que cuenta ahora con poco mas de once millones de habitantes y cuya principal riqueza es el tabaco y la caña de azúcar? Siendo prudentes, uno no podría ponerse a favor ni en contra del gobierno cubano, pero usando el sentido común podemos preguntarnos si en realidad están peor que otros países de su ambiente, como Haití o República Dominicana. Países libres y democráticos en donde la pobreza alcanza cifras de escandalo. Y Bolivia, y Perú, y Ecuador, y Argentina; tierra del Che, otro granero del mundo reconvertido en los noventa gracias a las políticas neoliberales en un feudo de Europa y Estados Unidos.

La historia cubana, vista desde adentro, cambia significativamente. No cabe duda que hay necesidades, están a al vista, son palpables caminando por sus calles. “Hay momentos peores y momentos mejores”, me decían algunos, “sobrar no sobra nada, pero no se pasa hambre”.
Lo que si es un sentir popular y mayoritario es la necesidad de un cambio, no tan radical como algunos pregonarían, pero si urgente. Un cambio que quizás tendría que comenzar desde afuera hacia adentro. Estados Unidos utiliza una doble moral sancionando a Cuba por su socialismo mientras normaliza sus relaciones comerciales con China o Vietnam, también estados comunistas y con los mismos sistemas económicos y políticos que son causa del embargo a Cuba.
Por ahora, y a espera de un cambio que no llega (ni de dentro ni de fuera de la isla), lo único que podemos hacer es visitar esta maravillosa tierra, si es que tenemos la oportunidad. Porque si bien es cierto que no es un destino de lo más económico si es un lugar que merece la pena conocer, saborear, descubrir.
Y no solo por sus playas caribeñas o sus míticos y refrescantes mojitos(que ya son motivo de sobra), si no también para visitar el Parque Natural de Soroya y darse un chapuzón bajo una increíble cascada natural, para recorrer la calles empedradas de Trinidad, una de las ciudades coloniales mejor conservadas (no solo de Cuba, sino de toda Latinoamérica) y que le ha valido ser nombrada Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO.
También en la Isla puedes saborear unos magníficos puros, visitar la tumba del Che Guevara en Santa Clara, o simplemente caminar por las calles de la Habana Vieja para terminar en el Paseo del Prado saboreando un Daiquiri (bebida preferida del escritor Ernest Hemingway) en el centro Asturiano, los mejores Daiquiris de la Habana en mi humilde opinión.
Y es que Cuba es todo eso, y mucho más. Cuba es sabor, calor, mar, ron. Cuba es leyenda, música, amabilidad y respeto. Cuba es un paradigma único que espera a ser descubierto, sobre todo por las mas escépticos. ¡Viva Cuba y su gente!