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El turista ha muerto

Por Javier Aguado, ‘Master en Protocolo y Ceremonial’

Queridos y queridas feisbukeros. Ya os echaba de menos. Tras una semanita en la que he intentado tener encefalograma plano –cuestión que he conseguido a duras penas, ahora os cuento- regreso con fuerzas renovadas y ganas de que nos riamos pero sin dejar de lado la denuncia, la crítica –siempre constructiva- y despertar aquellas mentes que, aún verano, siguen dormidas ante la que está cayendo día a día.

Aeropuerto de Barajas.
Aeropuerto de Barajas.

Como os comentaba he estado pasando unos días y me he disfrazado de turista, literalmente. ¿Por qué digo que me he disfrazado?. Lamentablemente hasta la figura del turista ha desaparecido. Ese personaje, educado, interesado por lo que visitaba, que respetaba las colas de los museos, aeropuertos, cines, fiestas de pueblo; que cedía el paso a las abuelas que, incluso, ayudaba a subir las maletas a las señoras y señoritas….ha muerto.

En el ‘turismo’ de hoy día ha surgido una nueva figura que ha desterrado por completo al querido turista accidental, que es así como me he sentido estos días pasados. Os cuento, en esta primera entrega, el primer día. La semana que viene, os relataré el resto del viaje.

Llegada al Aeropuerto de Barajas para que la agencia de viajes con la que he contratado mis vacaciones –como suena esto, ¿verdad?- me proporcione los billetes de avión y, a su vez, como deferencia, nos regale una mochila. Primera en la frente: el ‘amable’ dependiente que le tocó estar detrás del mostrador ese día –domingo- me contesta al solicitarte la citada mochila que “estas agencias minoristas siempre están prometiendo cosas que no cumplen. Yo no tengo ninguna mochila ni nunca la he tenido. Siguiente”.

Con las mismas, media vuelta, chitón y al mostrador de embarque para facturar las maletas. Tras más de una hora en la cola, las ‘apreciadas’ azafatas del handling abren el ‘chiringuito’ y nos gritan a todos que ¡¡¡¡‘detrás de esa línea amarilla!!!!’. Un niño pequeño se pegó tal susto que, lógicamente, se puso a llorar.

Justo en el momento que nos tocaba el turno de facturación, llega un señor, alto, de fuerte complexión, pelo canoso y, literalmente, se cuela delante de nosotros. Cara de póker, claro, pero mantenemos la calma. Lógicamente los que iban detrás pusieron la voz de alerta pero ya les dije: dejar de protestar que ya se ha ‘colao’ y no seré yo quien le diga nada a ese ‘armario ropero de tres puertas’. Tras 30 minutos –literales- el personaje en cuestión se va con sus billetitos.

Mi turno. Antes de facturar le manifesté a la ‘apreciada’ azafata mi malestar porque ‘ese señor’ se había colado. Respuesta de la ‘apreciada’ azafata: “es que viaja en Business Class’. De nuevo, cara de póker.

Por fin, y después de bebernos cuatro cervezas para superar esos ‘accidentes’ reseñados más arriba de un turista normal y corriente, accedemos al avión y, rumbo, a nuestro destino.

To be continued.

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