Por @CiegoVisible, sígueme en Twitter, Hazte fan en Facebook
Existen asuntos vinculados a la discapacidad que se dejan guardados en el olvido por ser en la mayoría de las veces complejos y romper ese tabú creado alrededor en la sociedad de hoy cuesta bastante. La sexualidad en personas con discapacidad sobre todo de tipo severo es uno de estos temas delicados pero que es necesario afrontar de lleno.

Hay personas con discapacidad que disponen de asistentes personales que les ayudan a comer, cenar, maquillarse, ir al baño y dormir, pero… ¿qué pasa con el sexo?
Este asunto sobre todo lo plantea la organización Sex Asistente Cataluña. Reivindican la necesidad de legislar esta figura como una opción sexual y piden que las necesidades afectivas y sexuales de este colectivo dejen de ser un tabú.
En países como Dinamarca, Holanda, Suiza, Bélgica o Alemania la asistencia sexual se considera un servicio de salud y como tal está subvencionado desde hace más de veinte años. En Francia el debate lleva abierto mucho tiempo pero las diferencias de opiniones entre los colectivos de discapacitados, feministas y conservadores impiden avanzar en el asunto. En España no ha hecho nada más que empezar.
Se reclama por tanto que se legalice para las personas con discapacidad una serie de expertos que les ayuden a vivir su sexualidad. Para su independencia en todos los ámbitos de la vida y más en este asunto tan personal, hacen pública la necesidad de legalizar la figura de un asistente sexual que les ayude a conocerse y a descubrir las necesidades que a muchos les es imposible satisfacer.
Lo que para cualquier persona es habitual en las relaciones humanas como puede ser ir a un bar, tomar una copa y ligar para este tipo de personas queda vetado. Por desgracia los cánones de belleza son los que son y este colectivo no se encuentra dentro del prototipo de buenos amantes.
De ahí surgió Sex Asistente, que argumenta a este respecto que “una persona con discapacidad física grave o amputaciones, que no puede tocar sus genitales con independencia, es bañado, cambiado de ropa y alimentado, pero si tiene una erección, sus cuidadores miran hacia otro lado”.
En numerosas ocasiones son los padres los que se ven como la única alternativa para ayudar a aliviar las necesidades sexuales de sus hijos, con las graves consecuencias que esto puede acarrear para ambos.
Por eso, el colectivo de discapacitados reivindica la necesidad de distinguir entre asistencia personal y asistencia sexual. Ambas igualmente dignas de ser regularizadas y legisladas.
En muchas ocasiones son los padres del discapacitado quienes han solicitado los servicios de alguna asistente. “El verdadero problema viene de muchas familias que no entienden que sus hijos o hijas tienen estas necesidades y tratan el tema de la sexualidad, la masturbación y los juegos sexuales desde un punto de vista negativo. Como si fuera malo querer descubrirse a sí mismo o tener curiosidad por saber lo que se siente.
Es en este punto en el que coinciden la mayor parte de las personas que padecen un alto porcentaje de discapacidad. Si desde que son niños tratan el tema de la sexualidad como un tabú, creen que el sexo no es para ellos y toman conciencia de que ese mundo de placeres nunca lo podrán disfrutar. “Lo anulas, lo evitas. Creces pensando que esto del sexo es para otros, para ellos”, reconoce Rafael Reoyo, discapacitado y coordinador de Sex Asistente en Barcelona.
De ahí la necesidad de formación tanto para los asistentes como para los discapacitados. Los asistentes tienen que ser educados siempre desde el punto de vista de los derechos humanos, la discapacidad y la sexualidad. Tienen que saber cómo estimular a clientes que no tienen sensibilidad genital con caricias y besos en otros puntos erógenos y entender qué es lo que quiere alguien, por ejemplo con parálisis cerebral, que no puede hablar.
Hasta ahora, la única alternativa para las personas con diversidad funcional había sido la prostitución, pero el nuevo planteamiento rechaza a las profesionales del sexo para institucionalizar una nueva figura autogestionada, formada y regulada que realice acompañamientos eróticos, sensuales y sexuales.
“Por eso es importante que los asistentes estén formados y el discapacitado tome la iniciativa de la cita en todo momento. Nosotros elegimos el qué, dónde, el cuándo, el cómo y el por qué”, afirma Rafael Reoyo. “Esta es la gran diferencia entre la asistencia y la prostitución. Muchas casas de citas y prostíbulos llevan haciendo esto mucho tiempo, pero vete a saber cómo lo hacen”.
A las necesidades afectivas y sexuales, se suman las necesidades económicas a las que están atadas las personas con diversidad funcional. “Si no accedemos al mercado laboral debido a nuestra discapacidad, tenemos una pensión no contributiva de 300 euros al mes. Vivimos al borde de la exclusión”, se indigna Rafael Reoyo. “Se nos considera a las personas discapacitadas como niños eternos y debemos acabar con ese prejuicio”.
El derecho a la sexualidad de las personas con diversidad funcional ha sido encubierto de mitos y tabúes, de ángeles y demonios, de pecados y delitos. Es tiempo de protagonizar el cambio, aun a riesgo de errores o críticas. La sexualidad es una
condición de vida, y no de supervivencia. Cualquier día el discapacitado puedes ser tú.