Por Javier González, CEO de Magna Coaching. Sigueme en twitter: @MagnaCoaching
He aprovechado el puente de la Constitución en España para acercarme a algunos centros comerciales y poder hacer las compras de Navidad. Me gustaría compartir con todos vosotros lo que he encontrado allí desde el punto de vista emocional.
Primero lo que he visto es nada de alegría. Tanto las personas que estaban en un lado como en otro del mostrador tenían el semblante serio, no se encontraban a gusto con lo que hacían ni donde estaban. Si os fijáis durante estas fiestas, o en cualquier otra época del año, en la cara de las personas con las que os cruzáis observaréis que no hay alegría en ellas.
¿Cómo podemos conocer que las personas están alegres? Pensad en la última vez que estuvisteis verdaderamente alegres, que la felicidad inundaba vuestro cuerpo. ¿Qué comportamiento podía un observador ajeno ver en vosotros cuando estabais alegres? Mirada plena de satisfacción, rasgos faciales distendidos, posición corporal no forzada, erguida y movimientos fluidos son rasgos característicos de la felicidad en las personas. Si además observamos la forma de hablar ésta es pausada, con tempo, expresiones positivas y comprensión del comportamiento de las demás personas. También las personas alegres realizan actos consecuentes con los propios valores y dan prioridad a aquello que queremos sobre lo que tenemos que hacer. La felicidad así medida nos lleva a plantearnos el por qué las personas no están alegres y en qué medida la alegría es la comprobación externa de la felicidad interna del ser humano.
No dicen que una persona que ha perdido el sentido del humor es muy difícil de levantar de su atonía. Es cierto el humor propio y la risa son fuentes inagotables de salud mental e indicadores del estado de la misma; y la alegría esta intrínsecamente relacionada con el sentido del humor de la persona.
Estamos atravesando por uno de los ciclos de crisis, paro y sobresaltos financieros que agudizan nuestro estado de estrés, agotamiento, debilidad y sobre todo falta de ilusión y objetivos futuros. Pensamos y pensamos en cómo salir de la crisis, de nuestra situación de la falta de recursos económicos, de cómo hacer frente a las letras y pagos que debemos, de cuándo me tocará a mi ser reestructurado e ingresar en la cola del paro… todo esto no es más que el reflejo de nuestra propia falta de confianza en nuestras posibilidades y de falta de planificación en nuestra propia vida.
La Navidad con el aumento de gasto, con los regalos que se hacen de forma tradicional con la alegría que supone la iluminación de nuestras casas, calles y comercios; no hacen más que llenarnos de tristeza por el recuerdo de lo que teníamos y hemos perdido y de lo que otros tienen y nosotros no. Como cada vez más personas me están diciendo, la crisis que parecía no me iba a afectar, me ha tocado también a mí.
¿Cómo puede el coaching en esta situación y en estas fechas ayudarnos a ver nuestra situación y perspectiva de una manera diferente?
La pregunta se contesta con otra pregunta; ¿qué has hecho tú para buscar una solución? Podéis responder que he pensado, pensado y pensado mucho sobre la situación en la que estoy, o lo he hablado con compañeros y amigos que están en la misma situación, y no he llegado a ninguna conclusión. Lógico, el hecho de sólo pensar o comentarlo con personas en la misma situación no hace más que llevarnos a un bucle sin salida. Para ver la Tierra necesitamos elevarnos. Para ver la solución necesitamos salir del bucle en el que nos encontramos.
Buscad un coach, un persona preparada y con la cual sintonicéis, que os guíe en el proceso de tomar conciencia de dónde os encontráis, hacia dónde queréis ir y que os elimine las barreras que ahora veis imposible de superar.
La crisis en mayor o menor medida nos afecta a todos, tenemos que cambiar para adaptarnos a esta nueva época. La Navidad es fuente de alegría, que se materializa externamente en los adornos, canciones y felicitaciones, pero que no es para siempre fuente de felicidad. De hecho la fuente de felicidad viene desde dentro de nosotros y ésta no tiene nada que ver con nuestra situación de crisis o pérdida de trabajo. La alegría nos ayuda, nos motiva, nos hace estar pletóricos. Pensad ¿qué consigo dando vueltas y más vueltas a mi situación? Eso sólo me arrastra a pensamientos y emociones destructivas que minan mi capacidad de reacción y de soluciones futuras en un ambiente de optimismo. ¿Qué tiene de optimista la situación actual? Pues tiene el optimismo que queramos poner en la confianza que otorguemos a nuestra capacidad de salir de cualquier situación. Repetirnos “me siento capaz y soy dueño de mi destino” es un principio para conseguir cambiar nuestro semblante y mostrar nuestra alegría.
Transmitir alegría y confianza hace que las personas que están a nuestro alrededor adquieran también esa capacidad. Las emociones positivas se transmiten con tanta rapidez como las destructivas. ¡¡Pongamos a trabajar a nuestro lado alegre e irradiemos felicidad!!.