Por @CiegoVisible, sígueme en Twitter
Me disponía a tocar la decoración árabe en una de las paredes de La Alhambra en Granada y mi mujer que ve, se quedó atónita cuando comprueba que al lado mío comienzan a situarse turistas sin problemas visuales para tocar como yo lo que ellos podían disfrutar con la vista. En seguida se lo impidieron los guardias de seguridad y yo continué con mi deleite en la tarea. Habíamos pedido permiso previamente para este acto y los responsables del recinto lo habían entendido de sobra, pero comprobareis cómo, en ocasiones, nos comportamos como borregos copiando lo que hace el de al lado…
Esta es una de las muchas anécdotas que a mí me han ocurrido en mis múltiples viajes y visitas culturales de todo tipo. El desconocimiento y en ocasiones no saber cómo obrar crean situaciones grotescas que serían sin duda fácilmente solventadas si se pusiera más interés y se pensara en todos al organizar un evento público cultural.
No es cuestión de que la persona con discapacidad pueda acceder por haber eliminado barreras arquitectónicas en la puerta de acceso y además se le premia con la entrada gratuita y en algunos sitios hasta del acompañante. Tampoco que tenga el privilegio de no hacer colas inmensas o como me ha pasado a mí: “que se quede él sentado en ese sillón comodísimo, mientras su mujer (que antes os dije que sí ve) conozca la exposición…”
Todo debe de ser más global y ambicioso. Quiero decir, que yo con discapacidad visual y que objetivamente complico en ocasiones como obrar para muchos guías o encargados, a la hora de elegir un museo, exposición o acto cultural, mi presencia no se vea como una amenaza de: “a ver ahora que hacemos…”, sino que ya se tengan previsto unos mecanismos de actuación ante mi presencia delicada y peliaguda para muchos.
Quiero disfrutar de esas maravillas pictóricas, escultóricas o de cualquier soporte al cien por cien o hasta donde se pueda pero arriesgarse a hacerlo y dejarlo hacer sabiendo cómo… No quiero excusas como: “es que si lo toca usted se puede dañar…”, o en ocasiones me dicen: “si todo el mundo lo tocara se destruiría en seguida…”, porque yo les suelo explicar la delicadeza en el tacto que los ciegos adquirimos y que no somos tantos para malear una obra artística.
Por eso, hay que tocar sabiendo cómo y ya existen actividades en esta línea que tanto el Museo del Prado, el Museo Thyssen y el Museo Reina Sofía en Madrid han instaurado como habituales. Cuando se quiere se puede, eligiendo pocas obras y en grupos pequeños, dejando tocar sin prisa o en pintura con descripciones por zonas bien delimitadas y al concluir con láminas en relieve para completar la percepción global.
Y no me cansaré de decir a gritos: “no metamos todo en vitrinas…”, pues entonces ya no podemos percibir nada y muchas veces se cubren con cristales maquetas d madera perfectamente palpables. Y hablando de maquetas, la solución a veces más sencilla o práctica, es que se puedan hacer maquetas de muchas cosas y réplicas en algunos casos que simulan muy bien el original. Me ocurrió en Roma, delante de La Piedad de Miguel Ángel, custodiada por cristales y guardias de seguridad era imposible tocarla. Bajé a continuación al Museo de la Basílica de San Pedro y protegida por una cinta que retiré después de la petición de permiso, toqué sin nadie delante que me molestara esa maravilla escultórica sintiéndome genial.
Para terminar, no quería olvidarme de las nuevas tecnologías que tanto nos ayudan en, multitud de asuntos y que habría que promocionar y aplicar mucho a la cultura. Así, audioguías que se puedan bajar de internet directamente uno a su móvil, descripciones espaciales para moverse por museos y espacios culturales cada uno por su cuenta y multitud de aplicaciones que seguro facilitarían el acceso a la cultura para todos con garantías.
Esta es la clave, que yo pueda recrearme, regocijarme y disfrutar grandemente con las maravillas de artistas y que pueda ser un ciudadano más en el acceso a bienes culturales universales. No os podéis imaginar cómo se me pusieron los pelos de punta cuando me permitieron tocar en la Galería de la Academia de Florencia donde está el David de Miguel ángel, obras originales de este artista con unos guantes de lana que me dejaron o cómo me emocioné ante la descripción de El Guernica de Picasso en el Reina Sofía o ante la descripción y el tacto de tocar el cuadro de Velázquez en el Prado: La Fragua de Vulcano, me sorprendió la escena con sus personajes, al tocar sus cuerpos bien delimitados y percibiendo el clima caliente de la escena. Gracias a los que me han permitido percibir estas maravillas y busquemos culturizarnos todos. Sí que será sin duda una obra de arte.