En numerosas ocasiones personas aparentemente ‘normales’ hablan con desprecio o como si no les fuera con ellos, de mundos distintos que ven como lejanos. Un ejemplo de esto fue con el virus del SIDA, que se veía como algo marginal hace unos años o como la enfermedad de los otros. Ocurre igual con la discapacidad que se ve como algo lejano, que nunca nos va a tocar o que es un problema de otros colectivos y que nunca nos va a llegar…

Evidentemente no deseamos desde estas líneas mal a nadie, ni que a ninguna persona le llegue la discapacidad, pero eso sí, queremos hoy que reflexionéis sobre estos aspectos para darnos cuenta y trasladarlo a los demás, en la línea que el SIDA, la discapacidad y otras patologías son “de todos y para todos”, y que nadie está indemne ni exento de poder acoger en cualquier momento de su vida una de estas eventualidades o circunstancias por lo que pido una total empatía con cualquier colectivo minoritario expuesto a la marginalidad.
Según un estudio, de todas las personas que llegan a la discapacidad, el 40 % de ellas lo hacen a través de accidentes de tráfico. Un dato espeluznante…, pensando la gran cantidad de accidentes que se originan sobre todo en el verano, y que a partir de ese instante fatídico la vida de esas personas cambia para siempre.
Y, ¿Qué ocurre en esa persona cuando sin esperarlo se ve en silla de ruedas, ciego o a saber qué…?
La respuesta es muy sencilla. Las cosas se ven de manera muy distinta cuando las vives de cerca y lo que te parecía lejano, lo haces tuyo de repente y te solidarizas con todos los que son como tú cuando a lo mejor antes, seguro que eran algo de la tele, del ambiente pero no de tu vida…
Ocurre igual con los desastres o atentados terroristas, que cuando llegan sin esperarlo, todos los medios de comunicación se hacen eco velozmente de las víctimas mortales porque con esas cifras el impacto mediático es enorme, pero… ¿y del resto de afectados de la tragedia?
De ellos se habla poco pero son los que quedan y normalmente con situaciones complicadas tanto físicas como psíquicas y trastornos por estrés postraumático. En el desgraciado atentado del 11-M por ejemplo, aparte de las 192 víctimas mortales más de 1900 personas sufren y viven con la lacra de ese día y seguro que se les menciona menos, cuando en cambio se debería de estar más encima de ellos y apoyándolos mucho más.
Ocurre igual con las personas ciegas, que aunque las que se afilian a la ONCE actualmente suelen conservar un resto visual, más de 3.500 al año entran a formar parte de la institución y les cambia también su vida y la forma de ver a las personas con deficiencias visuales.
Por lo expuesto, es preciso que “todos”, tengamos discapacidad o no, seamos sensibles y partícipes de las necesidades especiales del colectivo que sea y que reclame nuestra atención. Es necesario que se vea como un problema de todos…, ¡¡bueno…, más que problema como una situación de todos, para así poder luchar juntos y caminar unidos en construir como muchas veces insisto, en crear “un mundo para todos”.