Por Javier Aguado, ‘Master en Protocolo y Ceremonial’
El pasado domingo, el gran campeón Alberto Contador, nos dio la enésima alegría deportiva para nuestro país. Italia se ha rendido a sus pies y el menudo ciclista de Pinto ha dejado claro a sus enemigos del TAS (Tribunal Superior de Arbitraje) que él juega limpio. Que no se dopa, que es un monstruo de la carretera.

Pero como dice aquel dicho popular siempre hay alguien que fastidia las, como decía, alegrías, el buen rollo y los buenos mensajes que transmiten figuras como Alberto hacia los aficionados y las nuevas promesas.
Me estoy refiriendo a la utilización errónea del himno nacional en el transcurso de la ceremonia premial del Giro de Italia. El problema es que no es la primera vez que sucede esta circunstancia que parece más seria de lo que parece. El himno nacional de un país es la máxima expresión de éste, es su identidad, al igual que la bandera o banderas, por tanto los profesionales que nos encargamos de estos asuntos protocolarios deberíamos estar más atentos. No apunto a nadie. Válgame Dios. Solo manifiesto mi malestar más profundo al ver que siempre que hay acontecimientos deportivos de interés (carreras ciclistas, copa Davis, finales de fútbol, etc. etc), y en los que nuestros compatriotas alcanzan los primeros puestos, los organizadores de estos eventos ‘meten la gran pata’ con nuestros estandartes o la música.
En este sentido, y desde aquí me gustaría pedir a los responsables de comunicación de los equipos deportivos y si alguno de éstos cuenta entre sus filas a responsables de protocolo, que velen -por favor- por la correcta utilización de nuestros símbolos nacionales. No podemos parapetarnos en la lastimería y estar diciendo siempre que, claro, que no es competencia nuestra, que esto es un asunto del Consejo Superior de Deportes o de la Embajada o el Consulado de turno. No. Aquí en este asunto ya tenemos que mojarnos todos y todas, señores y señoras; y estar pendiente de todos los aspectos formales y protocolarios que rodeen a los éxitos de nuestros deportistas. A ver si nos enteramos que son nuestra mejor imagen de marca. Sus triunfos han de estar arropados por las dos mejores imágenes que tiene nuestro país: su bandera constitucional y su himno. Ambos regulados por Reales Decretos.
Y por si esto no fuera suficiente, van los alemanes y nos acusan de vender pepinos tóxicos. Te digo yo que ponemos un circo y nos crecen los enanos. Al igual que en el anterior caso, son nuestras autoridades las que han de velar por nuestros intereses y el de miles y miles de agricultores que están presenciando cómo el fruto recogido con el sudor de sus frentes, lo tiran a la basura por culpa de una banda de ineptos de origen germano. Y que me perdonen los alemanes que no tengo nada contra ellos pero sí contra sus mandatarios. Pero, como en todo, detrás a buen seguro que hay unos intereses creados tales como poner en duda la solvencia económica de nuestro país. Sí, si queridos y queridas, los alemanes y la cuadrilla que les siguen tienen ganas de que nos pase lo de Portugal y Grecia. No me extrañaría nada que, insisto, detrás de todo este montaje mediático -que está haciendo mucho daño- estuvieran oscuros intereses políticos. Espero y deseo que pase pronto la tempestad y que nuestros pepinos vuelvan a inundar las ensaladas y gazpachos de todas las cocinas de Europa.